Lo prohibido no son los narcocorridos, sino la tierra en donde se interpretan. Chihuahua es la ciudad que más multas impone a este género musical
‘CH y la Pizza’ y ‘PRC’ son dos de los narcocorridos más populares de los últimos años y los dos más multados por interpretarse en vivo. El primero narra la historia de un comando armado que trabaja para Joaquín “El Chapo” Guzmán y sus hijos, y el otro cuenta sobre el estilo de vida de quienes se dedican al contrabando de droga.
Ambas canciones son colaboraciones que tienen en común a Natanael Cano, el cantante sonorense de 23 años, conocido como el precursor de la nueva generación de los corridos —-aquellos llamados tumbados, por haberse mezclado con elementos estéticos del hip hop-—. Nata, como lo conocen sus fans, es el cantante más multado por interpretar 23 canciones en un territorio prohibido: la ciudad de Chihuahua.
Cada cierto tiempo, un estado en México anuncia la prohibición de este tipo de música por hacer apología a la delincuencia y al estilo de vida asociado al narcotráfico, según lo redactado por las legislaciones. Nayarit ha sido la última región del país en añadirse a la lista que, en realidad, es más corta de lo que se podría pensar, pues algunos lugares donde se han emitido estas prohibiciones, a la fecha, no han tenido efecto.
Las restricciones hacia expresiones culturales siempre han dado de qué hablar en la esfera política. La semana pasada, la presidenta Claudia Sheinbaum se posicionó en contra de prohibir los corridos tumbados, pero a favor de reivindicar canciones sobre “amor, paz, felicidad y desamor, pero no el enaltecimiento de la violencia”. Fue ella misma quien recordó que prohibir una actividad musical es “muy difícil”.
El primer narcocorrido del que se tiene registro es ‘Contrabando y Traición’ de Los Tigres del Norte, publicado en 1972, y cuya letra no dista mucho de la estructura de ‘PRC’, en donde se narra un viaje fronterizo con el fin de traficar un cargamento de drogas.